martes, 29 de septiembre de 2009

Para ubicarnos en el tiempo..


Vista principal de la ciudad vieja, en las inmediaciones de la iglesia Matriz, al rededor del 1900

La division que se vivia en aquel momento

LOS FRENTES DE PELEA. En ese cuadro se ubican las polémicas de los intelectuales novecentistas uruguayos. Estas pueden desglosarse en dos líneas: 1) la que involucró la relación entre el Estado y el intelectual; 2) la que puso énfasis en las riñas y disputas internas entre los poetas "sensitivos".

En la primera zona se destaca el sesudo intercambio entre Rodó y Pedro Díaz sobre la supresión de los crucifijos en los "establecimientos de beneficencia" públicos, polémica que hoy puede leerse completa en la larga argumentación reunida en Liberalismo y Jacobinismo (1906), así como el texto de la conferencia que Pedro Díaz dictara el 14 de julio de ese año en el "Centro Liberal", reeditado por el Ateneo en 1964. Consta, también, la discusión que en 1908 envolvió a Pablo de Grecia (seud. de César Miranda, 1884-1960), discípulo de Herrera y Reissig, con dos redactores que firmaron con seudónimo, acerca de la pertinencia de una beca oficial para el poeta de la Torre de los Panoramas, privilegio con que se había beneficiado a Florencio Sánchez. Este último cruce de opiniones se desvía hacia otra productiva área de debate aún inexplorada en esta etapa, la disyuntiva entre el arte "superior" (y minoritario) de Herrera según Miranda o la incapacidad de su poesía para reflejar o "descender a la vida", como sí lo hacían según los redactores de esas notas Guzmán Papini, Angel Falco (1885-1971) y otros. La polémica entre Miranda, "Fausto" y "Sincero", se desarrolló en las páginas del diario montevideano La Razón, entre abril y junio de 1908. Hasta ahora sólo fue recogida parcialmente en el libro La Literatura Uruguaya del 900, publicado por Ediciones Número (1950).

La segunda línea, que fue más abundante, tiene una cara muy visible. Se construye en un campo marginal al espacio de "lo público" y parece reducirse a la vanidosa competencia personal, a causa del despecho que trae una opinión adversa y que desencadena un imparable envión, tan agresivo como narcisístico. Esto lleva, sin mucho esfuerzo, a que los implicados transiten por el agravio o por el mero insulto, sin reparar en buenos modales o en reglas de cortesía, según lo ejemplifican los feroces intercambios entre Papini y Ferrando (todavía no reunidos en libro) o entre Vasseur y de las Carreras. Tamaño destierro de la moderación no se veía desde los tiempos de la Guerra Grande (1838-1851), cuando en sus letrillas satíricas Acuña de Figueroa o Francisco Xavier de Acha denostaban a sus enemigos (políticos y literarios) y, sobre todo, se lanzaban dardos uno contra otro.

El ejercicio de la excentricidad (en un doble sentido: alejarse de un estable punto medio y mostrar dotes de raro y extravagante), aun en su aparente insensatez y frivolidad, adquiere gran relevancia desde un punto de vista moderno. Pensando en otros aspectos, al que hay que agregar este extrovertido afán polémico, Julio Ramos observó que la modernidad de los escritores finiseculares se articuló, sobre todo, en base a sus "prácticas intelectuales [que] comenzaban a constituirse «fuera» de la política y frecuentemente opuestas al Estado, que había ya racionalizado su territorio socio-discursivo" (Desencuentros de la Modernidad en América Latina. Literatura y Política en el Siglo XIX, México, F.C.E., 1989).

Es cierto, también, que la condición de outsiders de Herrera y Reissig o de Roberto de las Carreras, se erosiona, en la medida que con su petulancia aristocrática se creyeron dueños de plenos y naturales derechos para reclamar la asistencia del Estado, a fin de que se les otorgaran becas o destinos diplomáticos. Los camaradas-discípulos de Herrera y Reissig, como se vio, intercedieron para que se le pagara una estadía en Europa al "Divino Julio", contando con su silencioso aval. De las Carreras solicita a su amigo el presidente Batlle y Ordóñez que, sin demoras, le asigne un puesto de representante del país en la capital francesa. Casi como devolución de una broma entre compinches, en 1907 el Poder Ejecutivo, en lugar de enviarlo a París lo manda a Paranaguá, desolado puerto del Estado de Curitiba, con el cargo de Cónsul de Distrito de Segunda Clase. Y el inconformista acepta la modesta distinción, sin vacilaciones. De la perdida ciudad brasileña, el escritor-diplomático es trasladado con el mismo puesto a la capital del Estado de Curitiba. Desde allí regresa a Montevideo, aunque el 13 de julio de 1913 se había firmado su traslado hacia Asunción. Una anotación en el "Cuaderno de Audiencias, II, de la Secretaría del Presidente Batlle", consignada el 2 de enero de 1905, registra que "Roberto de las Carreras agradece y acepta el consulado en Estados Unidos que S.E. le ofrece por intermedio del Dr. Arena". Este ofrecimiento no llegó a concretarse, si es que no ocurrió en la imaginación del poeta*.

Hay que remarcar que sólo existe en el período una discusión que involucra a una mujer intelectual: Delmira Agustini. Transcurrió según informa Clara Silva en las páginas del diario montevideano La Razón, contra los periodistas Alejandro Sux y Vicente Salaverri: "El motivo es un artículo del primero, publicado en la revista Elegancias, de París, suplemento de Mundial, que dirige Rubén Darío, ciudad donde aquél reside. Delmira demuestra, insospechadamente, gran nervio y habilidad de polemista" (Pasión y gloria de Delmira Agustini. Buenos Aires, Losada, 1972). En los demás casos, en los que se enfrentan los hombres, la polémica entre los poetas "sensitivos" con harta facilidad abandona el pudor y se desplaza de la obra a la vida privada. En esta dirección, el texto polémico funciona como espectáculo que, por un lado, horroriza al "buen burgués" y, por otro, pone en escena un dispositivo verbal estridente. Estas furias atomizan, con mayor violencia, el reducido grupo de los que hacen poesía en un medio bastante reacio a la novedad.

Pero por esta práctica se da cuenta de uno de los principios clave del modernismo hispanoamericano, según lo formulara Sonia Mattalía: "el trabajo del escritor sobre la forma como espacio específico y especializado". Porque en los textos polémicos concurre la acumulación de calificativos, el efecto humorístico devastador, que se cifra en las múltiples valencias de un vocablo o en la frase ingeniosa y original, las asociaciones semánticas o fonéticas, el empleo de galicismos, la invención de palabras, la cita culta y la sintaxis disruptiva. Son estos algunos elementos que pueden homologarse, sin esfuerzo, a los recursos que exploraron en sus textos poéticos.

Nada mejor para testimoniar esa preocupación simultánea entre discurso poético, dandismo y especialización profesional, que la lucha por la propiedad de una solitaria imagen entre Herrera y Reissig y Roberto de las Carreras, los ex amigos, los provocadores, los "hermanos siameses" de una literatura que se estaba renovando a fondo.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La generacion del 900...

En Uruguay existió una importante generación literaria: la generación del 900.

EL URUGUAY DEL NOVECIENTOS
fue un laboratorio de diversas experiencias sociales, culturales y políticas que circularon, en apariencia, por pistas independientes. En pocos años, en lo que va de 1897 a 1904, se vivieron el apogeo, la crisis y el ocaso del caudillismo rural. Poco después comenzaría el arduo debate sobre el lugar de las minorías partidarias en la escena civil, la necesidad de proteger a los sectores más débiles de la campaña y evitar, de paso, que estos fueran víctimas de los muy temidos alzamientos "revolucionarios". Junto con estas revoluciones y revolucionarios, se desarrollaron varias manifestaciones, sucesos, hechos que cambiaron la historia del Uruguay. Así a su vez en esos momentos nacieron muchas brillantes mentes que mas tarde dieron a conocer sus virtudes, valores, conocimientos en general. Una generación de escritores, maestros y gente dispuesta a transformar y enriquezer a el país en escritura y expresiones a través de la escritura y la caligrafía comienza así a crecer y representar a nuestro país.

Fueron grandes escritores que se reunían para debatir temas de interés , referidos a la literatura y sus perspectivas con respecto a sus trabajos.

En esta generación se encuentran autores como:


Horacio Quiroga

Florencio Sánchez

Delmira Agustini



José Enrique Rodó



Julio Herrera y Reissig




Carlos Reyles


Javier de Viana


María Eugenia Vaz Ferreira


Carlos Vaz Ferreira



Roberto de las Carreras

De autores y generaciones...

Son los emisores de los textos y por lo tanto los encargados de comunicarnos un mensajes a nosotros, lectores-receptores.
Estos autores suelen compartir y debatir con otros autores, que comparten, con el, ciertas características (como por ejemplo proximidad entre los años de nacimiento)

Así llegamos al concepto de generación: conjunto de personas que por haber nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, se comportan de manera afín o comparable en algunos sentidos.

A su vez nos profundizaremos más aún en este concepto, de acuerdo a lo literario: es un grupo de escritores, vinculados por una serie de ideologías y de estilos en un margen determinado de tiempo (generalmente quince años, aproximadamente). A esta generación se le denomina Generación Literaria

Para que una generación literaria sea reconocida como tal, deben cumplirse una serie de premisas:

Proximidad entre los años de nacimiento (aproximadamente quince).

Formación intelectual semejante.

Convivencia personal.

Empleo peculiar del idioma, claramente diferenciados respecto a los de la generación precedente.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Un texto...

El texto es una unidad comunicativa social, producto de la actividad verbal.
Podemos decir entonces que las siguientes estructuras



se denominan textos:

LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS (Jorge Luis Borges)

Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de -Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía un laberinto mejor y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras, que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso."

Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea Aquel que no muere.


SINFONÍA EN GRIS MAYOR (Rùben Dario)

El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de zinc;

lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.

El sol como un vidrio redondo y opaco
con paso de enfermo camina al cenit;
el viento marino descansa en la sombra
teniendo de almohada su negro clarín.

Las ondas que mueven su vientre de plomo
debajo del muelle parecen gemir.
Sentado en un cable, fumando su pipa,
está un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país.

Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
los rayos de fuego del sol del Brasil;
los recios tifones del mar de la China
le han visto bebiendo su frasco de gin.

La espuma impregnada de yodo y salitre
ha tiempo conoce su roja nariz,
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,
su gorra de lona, su blusa de dril.

En medio del humo que forma el tabaco
ve el viejo el lejano, brumoso país,
adonde una tarde caliente y dorada
tendidas las velas partió el bergantín...

La siesta del trópico. El lobo se aduerme.
Ya todo lo envuelve la gama del gris.
Parece que un suave y enorme esfumino
del curvo horizonte borrara el confín.

La siesta del trópico. La vieja cigarra
ensaya su ronca guitarra senil,
y el grillo preludia un solo monótono
en la única cuerda que está en su violín.





El primer texto ocupa todo el renglón, y esta organizado en párrafos. Los párrafos son unidades grafícas portadoras de un contenido global del texto. Un texto con estas características es un texto en prosa.

El segundo texto ocupa parte del renglón porque tiene una medida determinada y posee musicalidad. Cada una de las lineas se denomina verso. En este caso los versos están agrupados y a cada agrupacion de versos se les llama estrofa. Un texto con estas características es un texto en verso.

A su vez estos textos se diferencian por su género: narrativo y lírico.
Los textos en los cuales un narrador cuenta un acontecimiento, hecho o sucesos (sean reales o ficticios) en los que participan personajes que se desenvuelven en un espacio y en un tiempo son textos narrativos; y tienen las características que anteriormente nombramos: están organizados en párrafos.

En cambio en un texto lírico se expresa el "yo" lírico y su estructura se organiza en versos y estrofas.